Cuando hablamos de desconexión con nuestros hijos, o con nuestra manera de maternar, hablamos de un proceso doloroso, que por un lado primero implica asumir esa falta de conexión, y que por otro nos obliga a hacer nuestro propio trabajo de introspección.
Cuando sentimos que no estamos consiguiendo un vínculo sano y disfrutable, también sentimos mucha culpa, no surgen sentimientos agradables, no podemos asociarlos a nada positivo, y eso se traduce en un gran dolor, y en consecuencia, en infinidad de obstáculos.
Asumir esa situación, es el primer gran paso del cambio que queremos conseguir, e implicará revisar el modelo de crianza que recibimos nosotros siendo hijos.
Aida, de @aidaroig_educaenpositiu comparte una hermosa reflexión, sobre la dura y maravillosa “tarea de ser madres”, y de lo difícil que es tomar consciencia de que muchas veces no queremos ser la madre que tienen nuestros hijos. Mujeres que tras la maternidad, renacen junto a sus hijos, con nuevas necesidades, nuevas inquietudes y nuevos miedos, a los que se tiene que hacer frente, para poder incorporar, cuestionar, y resolver en nuestra nueva y maravillosa tarea de ser mamás, para poder disfrutar, o alcanzar algo parecido a una maternidad como la que seguramente, alguna vez soñamos antes de ser madres.
No quiero ser esta mamá.
“El rol de madre no es el único que tenemos como mujeres, incluso alguien puede pensar que es el más importante, sin embargo, la gran mayoría estará de acuerdo en que es en lo que tenemos más responsabilidad.
Así que si partimos de la base que es el papel en el que tenemos más responsabilidad, ¿por qué no consideramos formarnos previamente o son habituales los talleres para los futuros padres?
Bueno, imagino que es porque pensamos que no es tan difícil y porque pensamos que a nosotros nos educaron, que no hemos salido tan mal, y que nuestros padres no necesitaron ningún apoyo o formación.
Pero luego te conviertes en madre, y a los primeros días, ves como las pocas creencias que tenías sobre la maternidad comienzan a tambalearse, a los primeros meses, tus creencias sobre la pareja empiezan a tambalearse, y en los primeros años, ves cómo tus creencias sobre la madre que querías ser, se tambalean hasta caer.
Y aquí está, has ido con piloto automático hasta entonces, es normal, apenas tuviste tiempo de pensar que lo hiciste entre comida y comida, o entre juegos, extracurriculares, berrinches, discusiones, ropa sucia….
Pero llega un día en que te plantas, respiras, te observas a ti mismo, observas a tus hijos y piensas. No quiero seguir siendo esa madre. Pero lo difícil viene cuando consideras, ¿qué madre quiero ser?
Aquí es donde comienza el cambio, cuando nos centramos en dónde queremos ir y dejamos de mirar de dónde queremos huir. Quiero educar con respeto, quiero estar más conectado con mis hijos, quiero manejar los conflictos con más calma, quiero disfrutar del tiempo con la familia…
Y de repente te encuentras en un mundo lleno de interrogantes, donde tienes que cambiar creencias, reprogramar pensamientos, reposicionar necesidades y aprender que otra educación es posible si sabes cómo. Y es cuando empiezas a disfrutar del proceso…”
Es importante saber, que siempre estamos a tiempo de reconducir nuestro estilo de educación, que siempre estamos a tiempo de volver a conectar con nuestros hijos, y de trabajar para llegar a ser la madre que queremos para ellos. Si no hemos tenido las herramientas a nuestro alcance, trabajándolo con un profesional podemos llegar a ser las madres que siempre quisimos ser, y ver en nuestros hijos la construcción poco a poco del adulto que soñamos que ellos puedan ser algún día.